Un cóctel de petróleo y hielo

2022-11-07 16:57:58 By : Ms. heidi wu

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Imagen del partido entre los equipos de Edmonton y Calgary, el pasado sábado

El espíritu de los años ochenta fueron el materialismo y el consumismo, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el comienzo de la revolución tecnológica, el neoliberalismo y las ideas conservadoras, el glasnost y la perestroika, la guerra fría y la caída del muro de Berlín. También los Oilers y los Flames, protagonistas de la batalla de Alberta, una de las grandes rivalidades en el mundo del deporte, con su carácter propio.

Calgary y Edmonton están a 300 kilómetros justos de distancia en las grandes praderas de Alberta, el Texas de Canadá, una tierra de campos de trigo y maíz que se extienden hasta el horizonte, silos, trenes de mercancías tan largos que no se ve su principio ni su final, potros salvajes, rodeos, pozos de petróleo y espíritu libertario, un poco al estilo del Salvaje Oeste, de gentes que no quieren impuestos ni que el Estado se interfiera en sus vidas, donde políticamente hay de todo como en la viña del Señor, pero por lo general los pijos- progres como el primer ministro liberal Justin Trudeau son detestados. De días templados y eternos en el verano, y gélidos y diminutos en el invierno.

Un cóctel de petróleo y hielo, eso es Alberta, donde hay pueblos con nombres como Gasoline Alley (el callejón de la gasolina), y los billetes de cinco dólares (como en todo Canadá) no llevan la imagen de un político o héroe de la patria, sino de unos niños jugando al hockey. Todos lo hacen, las niñas también, desde que son capaces de ponerse en pie, en los jardines congelados de sus casas para empezar. Ese fue el caso de Wayne Gretzky, el mejor jugador de la historia, ganador con los Oilers de cuatro Stanley Cups en los ochenta –el equipo, ya sin él, añadió una quinta en 1990– y cuyos récords (894 goles y 1.963 asistencias en 1.487 partidos) seguramente no se romperán nunca.

La rivalidad entre Calgary y Edmonton –ciudades muy similares de un millón y medio de habitantes– es feroz en todo, dónde se vive mejor, dónde hace más frío, dónde se come el mejor filete, cuál tiene el mejor rodeo, el mejor equipo de fútbol canadiense (similar al americano) y, por supuesto, de hockey sobre hielo. Los Oilers se incorporaron a la NHL en 1979, convirtiéndose de la mano de Gretzky en un éxito instantáneo y dominando la competición hasta 1990. Los Flames se trasladaron desde Atlanta en 1980, y ambos se enfrentaron en numerosas ocasiones en los playoffs, duelos que echaron chispas, con codazos, choques y golpes brutales. Durante ocho temporadas consecutivas, los unos o los otros llegaron a las finales de la Stanley Cup, y se decía que para ganar el torneo había que pasar necesariamente por Alberta. No era ninguna exageración.

Edmonton nunca se recuperó del exilio de Gretzky a Los Ángeles en 1988, pero actualmente tiene un buen equipo, con el portero Mike Smith, el alemán Leon Draisaitl y Connor McDavid, de 25 años, para algunos el mejor jugador del mundo. Calgary también está en forma, liderado por Milan Lucic, Rasmus Andersson, Kevin Rooney y Elías Lindholm. El choque en los playoffs de mayo pasado (ganaron los Oilers 4-1) fue un revival de aquellos enfrentamientos legendarios de los ochenta. A lo mejor la próxima primavera sus caminos vuelven a cruzarse.

En Calgary, como es lógico, domina el rojo de los Flames, y en Edmonton, el azul y oro de los Oilers, con el resto de la provincia de Alberta dividida a partes iguales. Es el caso de Red Deer (ciervo rojo), donde casi todas las casas y coches tienen dos banderas, para ondear la que más conviene según quién gane. Es la ventaja de estar justo a mitad de camino entre dos ciudades y dos equipos, entre el mundo del petróleo y el del hielo.

En lo que a estadios se refiere, gana sin duda Edmonton, cuyo Rogers Place, en el llamado Ice District (distrito del Hielo), inaugurado en el 2016 tras unas obras que costaron 2.500 millones de euros, es uno de los complejos polideportivos más espectaculares de todos los Estados Unidos. En comparación, el Scotiabank Saddledome, en el parque de la Estampida del sudeste de Calgary, propiedad del Ayuntamiento, tiene ya casi treinta años de antigüedad y ha quedado un poco anticuado. Pero no todo es el hockey sobre hielo. La otra gran pasión de Alberta son los rodeos, y Calgary presume de albergar el mayor del mundo.

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